Cuando regresaste, ya me había cambiado, ya había recogido mis cosas y limpiado mis lagrimas :: ya no estaba desnuda. Tenia una lista muy larga de motivos, por los cuales irme, lista que en ese mismo instante arrancaste de mi libreta con un abrazo, porque sabías exactamente como curar momentáneamente mis heridas, sabías como rozar tus labios en mis mejillas agrietadas y manchadas de coraje :: haciéndome tintar de rosa mis palabras y lo que en realidad sentía .
Sabías completamente como cambiar mis estados anímicos.
Sabías que si yo decía blanco y tú negro, sería siempre negro, siempre tú, aunque de fondo teóricamente los libros ya sabían de colores como ausencias de luz o pigmentos.
Fuiste tú, siempre tú.
Hablar de tus días, de tu trabajo, de tus planes, de tu tesis, de no dejar nada fuera del texto.
Fuiste tú, siempre tú.
Pero fuiste tú, no porque quisiera que lo fueras, fuiste :: porque narciso era un sinónimo de mis reflejos en ti, acepté tu ego, arriba del mío, y me dejé cegar por el ideal académico y culto mutuo que parecía que nos unía, eso que creí que era amor y termino siendo silencio.